Panegírico a Antonio Cortijo Moro
Mi buen Antonio, ¿dónde andarás ahora? Recuerdo cuando te acercaste a mí después de una actuación en la calle. La frente nevada, el rostro agostado. La pasión del verso y de la vida en los pliegues de tu rostro. Irreductible como un árbol en la quebrada, como un viejo profesor exiliado asido a sus poemas. ¿Qué recuerdos desperté en tus entrañas? Me regalaste tus versos y me tendiste tu mano. Como un Quijote airado y aún perplejo conjuraste a la turba indolente que pasaba a nuestro lado a prestar oídos a mis versos, ¡he aquí un sublime trovador enviado por las musas! . Amigo Antonio, me diste algo más valioso que el oro: tu admiración.